El cigarrillo es uno de los hábitos más perjudiciales para la salud general, pero pocas veces se habla del impacto que tiene en la cavidad oral. El humo del tabaco comienza a dejar rastro en dientes, encías, lengua y tejidos blandos.
Uno de los efectos más evidentes es el manchado de los dientes, producto de la nicotina y el alquitrán que se adhieren al esmalte. Con el tiempo, esto provoca una coloración amarillenta o marrón difícil de eliminar sin intervención profesional.
Pero el daño va más allá de lo estético. Fumar reduce el flujo sanguíneo en las encías, lo que debilita la respuesta inmunológica y favorece enfermedades periodontales como la gingivitis y la periodontitis. De hecho, los fumadores tienen hasta tres veces más riesgo de perder dientes por estas afecciones.
Además, el tabaco disminuye la capacidad de cicatrización. Esto complica tratamientos como implantes dentales o extracciones. Incluso puede enmascarar síntomas como el sangrado, lo que retrasa el diagnóstico de problemas serios.
Otro riesgo preocupante es el aumento de la probabilidad de desarrollar cáncer oral, especialmente en labios, lengua y encías. Las sustancias cancerígenas presentes en el humo del cigarro generan cambios celulares que, con el tiempo, pueden volverse malignos.
Y si todo eso no fuera suficiente, el cigarro también causa mal aliento, sequedad bucal y altera el sentido del gusto.
La buena noticia es que dejar de fumar mejora significativamente la salud oral. En pocos meses, las encías comienzan a recuperar su vitalidad, disminuye el riesgo de infecciones y se mejora el aliento. Visitar al odontólogo regularmente y mantener una buena higiene bucal son aliados fundamentales en este proceso.
Abandonar el tabaco no solo mejora tu sonrisa, también puede salvar tu vida.
Si fumás o has fumado y querés evaluar el estado de tu salud bucal, te invitamos a realizar una consulta personalizada. Detectar a tiempo los signos del daño puede marcar una gran diferencia.
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C.S.