Según el informe realizado por la economista Mariana L. González para el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), el salario mínimo, vital y móvil en Argentina enfrenta uno de sus peores momentos en décadas. Desde la llegada del actual gobierno, su capacidad de compra se desplomó en más de un 33%, en un contexto signado por la escalada inflacionaria y el escaso ajuste de los ingresos.
Según el estudio, en febrero de este año el salario mínimo equivalía a menos del 20% del sueldo promedio registrado en el sector privado, una brecha evidente. En este sentido, el informe subraya que, en este contexto económico, el salario mínimo ha dejado de ser un piso efectivo para los trabajadores formales e informales, acentuando la precarización laboral y el deterioro del poder adquisitivo de los sectores más vulnerables.
González afirma que el salario mínimo en Argentina no solo viene perdiendo valor en los últimos meses, sino que arrastra un deterioro que se acumula desde hace años. Comparado con noviembre de 2019, su poder de compra cayó un 44,1%, y si se lo compara con noviembre de 2015, la pérdida llega al 57,3%.
Pero la situación es todavía más preocupante cuando se lo mide frente a lo que cuesta vivir. Según datos del INDEC, el salario mínimo actual solo cubre el 58,1% de lo que necesita una familia tipo para no caer en la indigencia (canasta básica alimentaria) y apenas un poco más del 25% de la canasta básica total, que marca la línea de pobreza.
De hecho, el informe realizado por la economista señala que el valor real del salario mínimo hoy está por debajo del que tenía en buena parte de la década del ’90, y es similar al de la época de la crisis de la convertibilidad. Según el estudio, este deterioro muestra cómo el salario mínimo fue perdiendo su rol como herramienta para reducir la desigualdad y proteger a los trabajadores con ingresos más bajos.
R.G.